11 de marzo de 2009

Divertimento de las palabras

El salón auditorio no tardó en quedar vacío. Pero fue necesario que transcurriera un buen rato antes de que las palabras se atrevieran a apare­cer.
Se asomaron tímidamente por entre las tablas del revestimiento de madera, temerosas de que el eco de alguna pisada volviera a resonar en el silencio oscuro. Las que se habían abrazado a los caireles de la gigantesca araña empezaron a colum­piarse y un suave tintineo avisó a las de abajo (dor­midas a causa de los discursos sobre la pana de los sillones) que debían despertar y reunirse con to­das las demás sobre la alfombra. Las palabras agudas se tiraron de cabeza. El peso del acento en la última sílaba actuaba como plomada y como resguardo de su anatomía. "Solución", "haré", "argot" cayeron con voluntad certera entre los nudos de seda persa.

Las graves flotaron por el espacio. Eran como una suave bandada de plumas iridiscentes al descender en un zig-zag levísimo. "Gravamen" hizo una vuelta de carnero pero casi choca con "afeites" que venía muy solemne, mante­niendo la regularidad pendular de la bajada, como correspondía a las de su especie. "Gravamen" bajó, roja de vergüenza, prometién­dose no hacer más papelones.
Por las escaleras del aire venían las esdrújulas. Descendían como los niños que recién empiezan a moverse: apoyando las sentaderas en cada escalón. Carecían de la protección de las agudas. Y eso de bajar la escalera tratando de no enredarse con la primera sílaba era suma­mente complicado. Algunas, para probar, bajaron rodando. Las esdrújulas jóvenes las miraron con curiosidad. Ellas eran sensibles al cambio y les gustaba el progreso. Si el método resultaba, podían adoptarlo todas.
Había mucho que hacer sobre la alfombra persa.
Primero, controlar los huevitos de palabras donde se estaban gestando los términos del futuro. Debían arrebujarlos con acentos. Las palabras mayores determinaban durante qué período, pues sólo ellas sabían cuándo se agota­ba la sonoridad interna de estas cobijas. Una vez mudos, los retiraban y eran reemplazados por otros acentos nuevos para que los embriones de palabras salieran vibrantes y musicales. Los huevi­tos eran cajas de sorpresas. En algunos ca­sos su gestación requería años porque es sabido que en ciertos campos de actividad el hombre avanza lentamente y no necesita con mucha frecuencia palabras nuevas para desig­narlos. Estos huevos eran los más viejos. Eclosio­naban mucho EI salón auditorio no tardó en quedar vacío. Pero fue necesario que transcurriera un buen rato antes de que las palabras se atrevieran a apare­cer.
Se asomaron tímidamente por entre las tablas del revestimiento de madera, temerosas de que el eco de alguna pisada volviera a resonar en el silencio oscuro. Las que se habían abrazado a los caireles de la gigantesca araña empezaron a colum­piarse y un suave tintineo avisó a las de abajo (dor­midas a causa de los discursos sobre la pana de los sillones) que debían despertar y reunirse con to­das las demás sobre la alfombra. Las palabras agudas se tiraron de cabeza. El peso del acento en la última sílaba actuaba como plomada y como resguardo de su anatomía. "Solución", "haré", "argot" cayeron con voluntad certera entre los nudos de seda persa.
Las graves flotaron por el espacio. Eran como una suave bandada de plumas iridiscentes al descender en un zig-zag levísimo. "Gravamen" hizo una vuelta de carnero pero casi choca con "afeites" que venía muy solemne, mante­niendo la regularidad pendular de la bajada, como correspondía a las de su especie. "Gravamen" bajó, roja de vergüenza, prometién­dose no hacer más papelones.
Por las escaleras del aire venían las esdrújulas. Descendían como los niños que recién empiezan a moverse: apoyando las sentaderas en cada escalón. Carecían de la protección de las agudas. Y eso de bajar la escalera tratando de no enredarse con la primera sílaba era suma­mente complicado. Algunas, para probar, bajaron rodando. Las esdrújulas jóvenes las miraron con curiosidad, sobre todo las jóvenes. Ellas eran sensibles al cambio y les gustaba el progreso. Si el método resultaba, podían adoptarlo todas.
Había mucho que hacer sobre la alfombra persa.
Primero, controlar los huevitos de palabras donde se estaban gestando los términos del futuro. Debían arrebujarlos con acentos. Las palabras mayores determinaban durante qué período, pues sólo ellas sabían cuándo se agota­ba la sonoridad interna de estas cobijas. Una vez mudos, los retiraban y eran reemplazados por otros acentos nuevos para que los embriones de palabras salieran vibrantes y musicales. Los huevi­tos eran cajas de sorpresas. En algunos ca­sos su gestación requería años, porque es sabido que en ciertos campos de actividad el hombre avanza lentamente y, no necesita con mucha frecuencia palabras nuevas para desig­narlos. Estos huevos eran los más viejos. Eclosio­naban mucho mas rápidamente aquellos que contenían siglas. Las palabras tradicionales no agotaban su capacidad de asombro ante esa invasión de formas extrañas, pero ya que cubrían necesidades del lenguaje, las aceptaban como un avance de los tiempos. Hasta era emocionante verlas salir con aspectos inéditos y voces distintas. Algunas sonaban muy bien. Otras, por la sucesión de consonantes, presentaban dificul­tades de pronunciación. Pero todas eran necesarias.
Después de haber acomodado el jardín de infantes, las cuidadoras se dedicaron a las palabras antiguas, aquellas cuyo significado ya casi nadie recuerda ("galeote", "usía"). Las sacaban en forma rotativa de los rincones más inverosímiles, en los que permanecían apiladas entre cómodas mantas de giros gramaticales obsoletos. No hacía falta revitalizarlas diariamente porque ya casi no se aplicaban y sufrían poco desgaste. Lo importante era que estuvieran siempre disponibles para su esporádico uso por algún lingüista. Entonces, mientras en una punta del salón acomodaban a las palabras antiguas, desde la otra traían a las que también habían sido olvidadas, pero no por el largo tiempo transcurrido, sino por el motivo contrario. Eran el fruto de una moda pasajera 0 de un estamento social muy limitado y se las amalgamaba a las palabras venerables. "Manso", "cheto" palpitaban de vida pero nadie 0 muy pocos recordaban su existencia, de manera que su transformación no iba a ser echada de menos. Y estas pobres palabras, abandonadas en su más radiante juventud, se sentían felices de poder transmitir fuerza interior a las venerables. Era la continuación digna de una existencia quemada prematuramente. Había muchas esperando ser seleccionadas para la noble tarea, pero su número decrecía rara vez porque los medios de comunicación inventan giros que una sociedad de consumo desecha de inme­diato.
Después les tocó el turno a las heridas. Trajeron en camilla a las palabras que habían sido mal separadas en sílabas. Las pobres se movían como lombrices cortadas por el cuchillo romo de un pescador. ¡Qué ridícula que quedaba ant-iguo, con una cabeza enorme! Y bols-ón, cuyas piernitas chuecas sobre ­exigidas por el peso adicional apenas podían trasladarla. Rápidamente fueron envueltas para que se soldaran las partes mal dividi­das. En unas cuantas horas volverían a estar ente­ras.
Mucho más difícil era con las que tenían errores (arrastraban una hache de más, como una masa viscosa y molesta que colgaba por el costado) o que sufrían porque una ve labio-dental en vez de labio-labial las había privado de nariz. Las pobres palabras sentían vergüenza con estas deformidades infligidas por los hombres, como si ellas pudieran cargar con la ignorancia ajena. La que volvía regularmente era "través" porque siempre alguna persona (aun de las que se consideraban cultas) se empeñaba en atribuirle una zeta advenediza. Su caso era serio. La pobre venía hecha un mar de lágrimas porque se sentía agredida por todos. Hasta habían pensa­do en sacarla de circulación por un tiempo para preservar su salud ortográfica, no sin consultar antes con la RAE. Mientras tanto le daban un trato preferencial. No era la única, sin embargo. Algunas hasta se escondían y no querían ser arregladas, tan heridas estaban en su forma. Pero un cambio de letras, un poco de cariño que siempre guarda la naturaleza fuerte del alfabeto, las recuperaba y ponía en acción.
El salón se había convertido en una sala de primeros auxilios por la que rodaban los barriles conteniendo letras desechadas o de repuesto.
La noche avanzaba y ya quedaban pocas pala­bras por arreglar. Pronto todo estuvo en orden: los huevecillos succionaban satisfechos el conteni­do de los acentos recién cambiados, las palabras antiguas habían sido devueltas rejuvenecidas a sus estantes y se reponían las lastimadas.
Era el momento del jolgorio.
Durante el día las palabras habían sido tensadas en el potro de las frases retóricas y de mal gusto, o las habían encadenado a formas sintácticas como cepos o habían sido utilizadas en discur­sos sin sentido. Eso les producía rigidez y el dolor propio de la artrosis y era necesario que recupe­raran su flexibilidad de combinación para el día siguiente. Primero hicieron gimnasia suave, porque suele ocurrir que se parten en las letras explosivas o velares si se las fuerza en ese estado de cansancio. Practicaron los plurales y los singulares, los cambios de géneros, otras ensayaron por su cuenta la auto-separación en sílabas, que para una palabra equivale al triple salto mortal sin red. Las más afectivas se reunieron con sus fa­milias etimológicas. De a poco volvieron a sentirse libres y una vibración casi primigenia las recorrió a todas.
Era el momento más hermoso de la jornada, porque cada una podía disfrutar de su ocio, de su independencia y así, cuando ya esta­ban lo bastante flexibles, algunas comenzaron a bailar al son de metáforas. Hasta palabras anti­guas casi olvidadas sacudieron sus pelucas y ensayaron un acróstico, para alegría de las siglas que las estaban observando. En retribución, éstas les demostraron una combinación binaria. Hubo otras que se aferraron a hipérboles y salta­ron como si se tratara de garrochas. Un grupo de entusiastas ejecutó una zarabanda al ritmo loco de las onomatopeyas lo que sonó muy bien so­bre el piso de teca. Las íes griegas -0 yes, como les dicen- cometieron la travesura de unirse en un cante jondo interminable que arrugó la pana de los sillones y deshizo varios nudos en la alfombra persa. Finalizaron el baile enredándose todas en un galimatías, listas para ser empleadas por algún poeta.
Terminaron sin aliento, con un punto en vez de una diéresis 0 la virgulilla de la ñ subida a una ele.
Se acicalaron de inmediato y ya quedaron lis­tas para ser empleadas.
Aùn vieron llegar a algunas palabras al borde del colapso pues nunca falta un creador tras­nochado que no respeta el descanso ajeno. Se oyó un suspiro general de resignación. Estas recién lle­gadas dormirían hasta el día siguiente. ¿Nunca comprenderán los humanos que mientras están entregados al sueño, las palabras se reponen para que ellos puedan pronunciarlas y escribirlas nueva­mente? ¡Por suerte ninguna noche ha sido anula­da en la historia de la civilización, si no los hom­bres se habrían encontrado privados de habla para comunicarse entre sí! En castigo por este abuso, el que no había dejado descansar a las pala­bras trataría en vano de recordarlas durante la vigilia. Y entonces diría "La tengo en la punta de la lengua y no puedo acordarme". Y no se acordaría, en efecto, porque esa palabra estaría descansando en el sa1ón.
Pronto iba a salir el sol. Las palabras volvieron al revestimiento de madera, a los caireles, se mime­tizaron con los sillones.
Después de un rato abrióse la puerta. Entró el suish, suish de las zapatillas del sereno y con él, las motas de polvo, amazonas de las primeras luces.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

bella sonrisa para dar marco adecuado a un texto muy bien logrado, felicitaciones y gracias por la posibilidad de conocer una muestra de buena literatura,

Anónimo dijo...

gracias a vos, Mario, por tu gentileza. Parece que mi botellita cibernética llegó a buenas costas.

Equipo GC de PINTURA dijo...

OYE, HAGUIT . . . : Aquí venimos " medio esdrújulamente cayendo " a tu estilo , escalón por escalón y peldaño por escalón & Vice- Verso ... en :
www.infoequipogc.blogspot.com . . . entre "Las Palabras y Las Cosas " . . . (asunto nada grave, dado que una caída, jamás es un tropezón en medio de las consabidas " Tecnologías del YO " o la "Inquietud del Usted " (y los daños colaterales sufridos por "las cosas" ) ... escenario obtuso, donde lo importante es el nexo, o sea : el/o/la "y" o el "o" ....... !!!) . . . Pero vos que tenés la LUZ siempre delante, me querés decir cómo les explico a "Las Leonas" que no hay que salpicar mucho un tapiz "árabe" agudamente ???


Cariños :

El Jeque

Anónimo dijo...

Jugando a las escondidas con el diccionario, Jeque. Cariños, L.