21 de junio de 2009

Los salineros

Esta mañana llegó El Rojo.
Su voz y la de mi padre me despertaron mien­tras regateaban: tantos ladrillos de sal se lleva, tanta mercadería nos deja.
Le decimos El Rojo porque alto y corpulento; el pelo colorado le aureola la cabeza y la barba tupida le cae hasta la mitad del pecho. Ignoramos cuándo llegara. Aparece una mañana, como hoy. Negocia durante tres días o uno o cua­tro. Nunca anuncia su partida. Simplemente dejamos de verlo.

12 de junio de 2009

Jaguares

Venga, siéntese que le cuento, a ver si después me puede ayudar.
Recibimos la primera denuncia en pleno verano. (No me pregunte cuánto hace de eso, porque últimamente se me mezclan las fechas.) Hablaban de gruñidos, a la noche.
Decidí investigar cuando registramos la tercera queja. Tal vez hubiera sido mejor no ir solo. Pero esas cosas se saben más tarde. Nadie, me habían dicho, conocía a los dueños. Ni si­quiera habrían notado la mudanza si no hubiera sido por los gruñidos.