1 de febrero de 2010

Casa de Agar

Apenas había salido de la adolescencia cuando la casa­ron con un hombre a quien no amaba. Él era mayor, responsable, concreto. Agar pensó que era lo peor que le podía haber ocurrido a sus sueños. Luego comen­zaron las náuseas por la mañana. Entonces aprendió que la desdicha es una infinita sucesión de escalones descendentes.