La lima reinaba en la herrería porque ningún metal podía con ella.
Un día entró una vieja serpiente y empezó a roerla. Creyendo que el reptil se la quería comer, la lima se burló:
- ¡Qué vieja tonta eres! Si yo deshago el mismo hierro, ¿cómo vas a romperme?
A lo que contestó la serpiente:
- Sólo estoy afilando mis colmillos gastados en tu dura superficie.
Y se fue, ondulante, satisfecha.
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