Esta mañana llegó El Rojo.
Su voz y la de mi padre me despertaron mientras regateaban: tantos ladrillos de sal se lleva, tanta mercadería nos deja.
Le decimos El Rojo porque alto y corpulento; el pelo colorado le aureola la cabeza y la barba tupida le cae hasta la mitad del pecho. Ignoramos cuándo llegara. Aparece una mañana, como hoy. Negocia durante tres días o uno o cuatro. Nunca anuncia su partida. Simplemente dejamos de verlo.
21 de junio de 2009
12 de junio de 2009
Jaguares
Venga, siéntese que le cuento, a ver si después me puede ayudar.
Recibimos la primera denuncia en pleno verano. (No me pregunte cuánto hace de eso, porque últimamente se me mezclan las fechas.) Hablaban de gruñidos, a la noche.
Decidí investigar cuando registramos la tercera queja. Tal vez hubiera sido mejor no ir solo. Pero esas cosas se saben más tarde. Nadie, me habían dicho, conocía a los dueños. Ni siquiera habrían notado la mudanza si no hubiera sido por los gruñidos.
Recibimos la primera denuncia en pleno verano. (No me pregunte cuánto hace de eso, porque últimamente se me mezclan las fechas.) Hablaban de gruñidos, a la noche.
Decidí investigar cuando registramos la tercera queja. Tal vez hubiera sido mejor no ir solo. Pero esas cosas se saben más tarde. Nadie, me habían dicho, conocía a los dueños. Ni siquiera habrían notado la mudanza si no hubiera sido por los gruñidos.
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