Porque él, además de ser un purista del idioma, era incapaz de ofender a nadie. Pero si la crítica, los entrevistadores, sus colegas, las reseñas, y quien redactara la solapa de aquel libro publicado hacía cinco años habían asegurado que era “la última novela de… (y citaba su ilustre nombre)” seguramente así sería. No se había animado a herir susceptibilidades ajenas y a corregir el giro “última novela” por “su novela más reciente”. Le daban ganas de decir “pero no he muerto y sigo produciendo”. Callaba. Por eso, todo lo que escribiera después de aquel volumen –era el mandato implícito- debía quedar inédito; si no, la novela mencionada dejaría de ser última obra.
Y él, con su proverbial precisión lingüística obedecía, con tal de no ofender a los profesionales.
Brevedades-Antología argentina de cuentos re-breves. (Selección y prólogo por Martín Gardella).
Ed. Manoescrita, Buenos Aires, 2013.
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