5 de agosto de 2009

Un hombre serio

Era un hombre sin reloj y sin codicia, hábil en el ejercicio diario de la alegría.
Cuando los presentaron, ella lo consideró ade­cuado fundador de una estirpe. No tardó en conven­cerlo.
Transcurrido cierto tiempo de vida en común, la esposa le enseñó la ventaja de las comidas a hora­rio y los cheques puntuales. Oscar depuso la cámara fotográfica, el saxo y su colección de máscaras afri­canas.
Más tarde se avino a usar trajes de colores sobrios. Aprendió la conveniencia de cortarse el pelo cada quince días y de adoptar horarios fijos. Oscar también empezó a reconocer el polvillo sobre el lustre de sus zapatos acordonados y el reflejo de su imagen en el vidrio del escritorio. Después de un tiempo, supo lo que era ser respetable. Y hasta empezó a gustarle.
Ella suspira resignada al decir que le costó mucho acostumbrarse a un hombre tan serio.

Libro de los amores clandestinos - GEL

3 comentarios:

Isa Segura B. dijo...

Nada como amoldarse a las circunstancias...
Saludos.

Laura dijo...

Gracias, Isa, por tu interpretación del texto. Laura

Gabriel B. dijo...

Jeje, la frase final me arrancó una sonrisa. ¡Ay la contradicción! Excelente.

Saludos.