Cuando terminó la música, la
rendida bailarina de tango le dijo a su pareja:
-
Caballero, ¡el suyo sí que es un abrazo contenedor!
El
compadrito retrocedió un paso, se miró las manos sorprendido, volvió a mirarla
a ella.
-
Está equivocada, señorita. Yo siempre bailo sin tenedor ... y sin cuchillo –y
se retiró, ofendido.
e-Nanos
Macedonia Ediciones, Morón, agosto de 2010
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