Cumulus se hinchan en las velas del bote.
Los atabaques suenan.
Obá, obá, obá corean hombres y mujeres sobre cubierta. Las palmas de Joao baten el parche con un ritmo que él no aprendió. Lentamente redobla el trueno en sus dedos; cierra los ojos, busca a tientas en la noche del pasado. Centellas que relumbran en el vientre del tambor le señalan el camino.
María se alza: las trenzas renegridas vibran al ritmo de su cuerpo y su túnica multicolor roza las tablas. Un temblor tras otro la sacuden. Sólo ve lo que ordena el atabaque. Los miembros se crispan, ondulan. Le estalla el ritmo a los pies como una flor inesperada. El hombre, perdido, cuaja borrascas, brama el viento, los rayos fustigan nubes en la comba del cielo. Todo crepita en el parche y es lodo y fuego y trueno. Pero la tormenta pasa. Todavía caen algunas gotas, sin prisa.