- Caín, guárdalos en nuestra choza.
El corderito es blanco, perfecto. Si retoza entre los campos se diría que una nube ha descendido sobre la tierra. Si bala, los lirios parecen responderle. Tiene el hocico húmedo. Pronto mi hermano Abel lo llevará a los montes, junto con su rebaño numeroso. Allá arriba la hierba es dulce y fuerte el aire. Será más sabio que yo mi cordero, pues desde las colinas verá al ángel con la espada de fuego guardando la entrada al Paraíso que dilapidaron nuestros padres. Mas he de perderlo, porque Abel lo reclama como pago por el servicio de la oveja y mañana debo entregárselo.
Pero al alba juntaré las verduras que quemaré en sacrificio a mi Señor.
e-Nanos
Macedonia Ediciones, Morón, agosto de 2010