No era la primera vez que Absalón oía discutir en el edificio de enfrente. Recordó cómo pocos meses antes la pareja había entrado corriendo, perseguida por la lluvia de arroz que le arrojaba un grupo de amigos.
Absalón se sentaba a la ventana para distraerse. Tenía ateroesclerosis y no podía caminar.
- Necesitan un susto -pensó en la pareja-. Algo que los ponga a prueba ... un incendio ... chico-. Y se distrajo con un caniche blanco que venía saludando metódicamente todos los umbrales de la cuadra.
- ¡Fuego! -gritó alguien-. ¡Fuego! ¡Allí!