Un
hombre era muy feliz por tener seis hijos sanos y fuertes. Para celebrarlo,
organizó una fiesta. En el transcurso de la misma los seis muchachos debían arrojarse al mar
simultáneamente. El que tardara más tiempo en salir a la superficie -señal de
que había alcanzado la mayor profundidad-, ganaría el premio: doble ración de
pan. Así fue como los jóvenes se lanzaron a las olas.
Pasaron los minutos y no
aparecían. El tiempo y las sombras avanzaron, la algarabía inicial se acalló.
Cuando ya todos los daban por muertos, de entre las olas saltaron en el aire y
volvieron a zambullirse seis enormes peces desconocidos que parecían sonreír. Asomáronse un
par de veces más y después se alejaron haciendo cabriolas en el agua.
El
hombre comprendió que sus hijos se habían transformado en delfines.