Mañana sabatina en el mercado; gris, llovizna. El joven pollero Juan reflexiona en voz alta: "El miércoles cumplo un año de casado. Me encantaría regalarle un anillo con un brillante a mi mujer". María, la verdulera lustrosa y gordita, suspira: "¡Ay, no sé! Será que soy una mujer de gustos sencillos, pero a mí me gustaría otra cosa, algo más simple, más ..., más ..." Se ha sonrojado y mira de reojo a su compañero Santos, quien sigue frotando manzanas con un paño y calla. María tenía razón. Después de varios años, Ernesto (el pollero divorciado) y ella siguen juntos.
Habrán notado que he publicado sólo fragmentos de unos pocos textos. Prometo ir completándolos para que -quien lo desee- pueda leerlos enteros. Desde ayer, uno ya aparece en toda su extensión: Los golpes.